Existe una tensión con enorme relevancia en el debate acerca de la vinculación entre la sociedad con la naturaleza, un debate protagonizado por el realismo y constructivismo. Existen quienes sostienen que la naturaleza es una entidad plenamente independiente de la sociedad y una contraparte argumenta que la naturaleza es una construcción de origen social. Es frecuente que esta disputa se defina a través de la formulación de que la naturaleza existe, pero sólo la conocemos por medio de nuestro sistema cognitivo (Arias, 2011). La pregunta sobre la capacidad humana para conocer
la realidad ha estado presente hace varios milenios, la encontramos en los mitos, en la historia misma de la filosofía y la ciencia, y aún permanece con plena vigencia. De tal suerte que el debate en torno a la la naturaleza adquiere una relevancia cuando se trata de tomar determinaciones y formular propuestas en la búsqueda de un mundo sostenible.
Fundamentados en diferente rutas epistémicas, el realismo y construccionismo defienden dos miradas distintas de la naturaleza y de nuestras posibilidades para acceder a ella. En efecto para el realismo, la naturaleza es una entidad objetivable, autónoma e independiente de nuestra especie, una realidad a la cual podemos acceder y situada más allá de la órbita social. Por otro lado para el constructivismo, la naturaleza no es una entidad independiente, sino que es el producto de una construcción social que usa como instrumentos el lenguaje y la cultura; no logramos conocerla sino a mediante la sociedad misma. Podemos encontrar un constructivismo radical que le niega a la naturaleza una ontología independiente y uno moderado el moderado sostiene que no debemos preocuparnos por esa ontología, dado que no podemos acceder a ella. Naturalmente, cada una de estas teorías produce una distinta comprensión de la relación socionatural; en consecuencia, sirven para sostener distintas orientaciones morales y modelos dispares de sostenibilidad (Kidner, 2000).
Asimismo, una mirada de la teoría sociológica medioambiental vino a controvertir la visión constructivista por la ausencia de un compromiso moral suficiente con la defensa de la naturaleza. Esta argumentación sostiene que aquel se despreocupa de la realidad natural optando por una posición constructivista asume una neutralidad epistemológica incompatible con una posición moral. Visto desde esta arista, el constructivismo sería una suerte de declaración de guerra contra la naturaleza. En la actualidad, este argumento ha encontrado buena recepción en la afirmación de que el reconocimiento de la dimensión social de la naturaleza ha entorpecido el desarrollo de un ecologismo transformador, al trivializar la incompatibilidad del modelo social presente y una hipotética sociedad sostenible. Para diferentes autores es común afirmar que el constructivismo es una amenaza para la protección misma de la naturaleza. Estas diversas controversias evidencia que la disputa intelectual en esta materia dista de ser habladuría. Es evidente, el hecho particular que se manifiesta en que la naturaleza esté ahí fuera o se halle aquí dentro tiene una importancia exquisita. Parece ser que existe el requerimiento de replantear la tensión entre realismo y constructivismo, con el objeto de dar cuenta del noema de las relaciones socionaturales. Se hace apremiante efectuar una viraje realista en la ruta que cimienta el constructivismo, ya que no solamente elaboramos el concepto de naturaleza, sino que lo que entendemos por realidad natural es en gran parte resultado de la construcción social.
Después de realizar la lectura de Fabricating Nature (Kidner 2000) podemos afirmar que la naturaleza ya no existe esto debido a que la culminación de ese proceso ha evolucionado junto a la interpenetración e influencia humana de tal manera que la naturaleza deviene en medio ambiente humano. Muchos problemas conceptuales surgen, en su mayor parte, de la fijación que tenemos por denominar naturaleza a cualquier jardín o potrero. Así no lo deleitemos, lo que está frente a nuestros ojos no es ninguna esencialidad incorrupta, sino el producto de las transformaciones antrópicas del medio. Lo que se opone al concepto de medioambiente es la idea adánica de la naturaleza: un orden idealizado y definido por su independencia. Pero esa independencia es una entelequia: naturaleza y sociedad son interdependientes. Mientras que el concepto de naturaleza remite a una realidad autosuficiente, sólo posible antes de la historia, el de medioambiente hace referencia al mundo constituido relacionalmente, a un mundo natural que interactúa con la sociedad y por eso se transforma. La dicotomía naturaleza-sociedad parece disolverse en medio ambiente. ¿Supone esto incurrir en alguna clase de inmoralidad, en la medida en que un constructivismo realista haría más difícil la defensa del principio de sostenibilidad? Parece que no es así. Partiendo del supuesto que el constructivismo realista dijera la verdad sobre las relaciones socionaturales, o por lo menos estableciera una propuesta digna de ser tenida en cuenta, ¿sería legítimo descartarla, porque sus lineamientos no encajan con el programa de quienes defienden una determinada concepción del mundo natural y una visión de la sostenibilidad entre múltiples alternativas? ¿hay que sacrificar todo análisis científico a la moralidad o debe existir un diálogo? Estas preguntas nos llevan a pensar que es muy difícil defender una alternativa de sostenibilidad que no represente nuestra interacción con el mundo natural. Las múltiples visiones de la cultura, la provisión atávica nos muestra que no hay una única forma para perseguir la sostenibilidad, sino una multiplicidad (Arias 2011). La crisis ambiental en la que hoy habitamos es un reflejo de la confianza ciega que la humanidad ha depositado en el crecimiento del árbol de la abundancia del mercado. La verticalidad de las oportunidades es distante para las poblaciones más vulnerables al cambio climático y nuestra especie se cree capaz de espoliar al mundo socioambiental como a su máquina de los deseos. Países como Costa Rica nos están demostrando que la conservación estratégica de la biodiversidad es una potente herramienta contra la inequidad y a favor de la sostenibilidad que aprovecha las ciencias y las tradiciones: un giro realista del constructivismo.
Bibliografía
ARIAS, Manuel. (2011), Hacia un constructivismo realista: de la naturaleza al medio ambiente., ISEGOR;IA. Revista de Filosofía Moral y Política. n.44, pp. 289-344
KIDNER, David W. (2000), Fabricating Nature: A Critique of the Social Construction of Nature, en Environmental Ethics, vol. 22, n.º 4, pp. 339-358.