El 10 % que calienta el planeta: desigualdad en las emisiones y extremos climáticos

Un nuevo estudio publicado en Nature Climate Change ha cuantificado con precisión un fenómeno que hasta ahora se intuía: el calentamiento global no es el resultado de una suma homogénea de emisiones individuales. Al contrario, está profundamente marcado por la desigualdad económica.

Según el artículo, entre 1990 y 2019, el 10 % más rico de la población mundial fue responsable del 48 % de las emisiones acumuladas de gases de efecto invernadero y del 65 % del aumento observado en la temperatura global. En contraste, el 50 % más pobre del planeta, cerca de 4.000 millones de personas— solo contribuyó con el 8 % del calentamiento en ese mismo período.

El hallazgo más alarmante es que el 1 % más rico de la población mundial generó por sí solo el 20 % del calentamiento total. Si toda la humanidad hubiera emitido al ritmo de ese 1 %, el planeta estaría hoy 6,7 °C más caliente. En cambio, si todos hubiéramos emitido como el 50 % más pobre, el cambio climático casi no sería detectable.

Los autores del estudio, liderado por autores del Stockholm Environment Institute y de la Universidad de Leeds, utilizaron modelos de atribución climática, estimaciones de emisiones por decil de ingreso, y simulaciones de impactos en extremos térmicos regionales. Su conclusión es que las emisiones no solo tienen un origen desigual, sino que también generan impactos distribuidos de manera injusta.

Uno de los elementos más relevantes es la relación entre las emisiones del 10 % más rico y el aumento de la frecuencia de extremos de calor en regiones vulnerables. Zonas como el Amazonas, el Sahel, África Central y el sudeste asiático están sufriendo aumentos drásticos en los eventos de calor severo. Por ejemplo, meses que antes ocurrían una vez cada 100 años ahora ocurren hasta 30 veces más en estas regiones.

En cuanto a países específicos, Estados Unidos y China, a pesar de sus diferencias políticas, comparten un rasgo común: gran parte de su población urbana más adinerada pertenece a ese 10 % más emisor. Las emisiones asociadas a este grupo social en ambos países han generado un efecto acumulativo que intensifica los extremos de calor en zonas tropicales.

Otro hallazgo relevante es el papel del metano (CH₄), especialmente asociado a estilos de vida de alto consumo. Aunque su vida media en la atmósfera es menor que la del CO₂, su poder de calentamiento es mucho mayor en el corto plazo. Reducir sus emisiones podría tener beneficios rápidos para mitigar extremos climáticos.

Este estudio plantea una pregunta central para las políticas de mitigación: ¿es suficiente centrarse en metas nacionales, cuando las verdaderas diferencias están al interior de los países, entre clases sociales y niveles de consumo? La respuesta parece ser no. Se requiere un enfoque más granular que considere la distribución del ingreso y el impacto climático de los más ricos.

En términos de política pública, el artículo propone la posibilidad de impuestos diferenciados al carbono para los sectores de mayores ingresos, junto con mecanismos de compensación climática hacia las regiones más afectadas. La justicia climática no puede ser una aspiración retórica: debe traducirse en medidas concretas que reconozcan que no todos contaminamos por igual, y no todos sufrimos lo mismo.

Acá puedes leer el artículo completo:

Acá puedes descargar el artículo: