(**Artículo escrito para el periódico El Heraldo)
Para dar respuesta a esta pregunta iniciemos por aclarar que Aristóteles señaló en diversos textos, incluida la Ética a Nicómaco y la Política, la distancia fundamental entre economía y crematística, siendo esta última entendida como el arte de hacerse rico y de adquirir fortuna. La economía proviene del griego oikonomos, que hace referencia al cuidado o administración del hogar. Con el paso de los siglos hemos confundido el uso de estos dos términos y con nuestros modelos de bienestar basados en nuestros deseos y preferencias hemos olvidado que habitamos en un hogar común.
Nos hemos dedicado a buscar transformar y dominar la naturaleza. Y lamentablemente una gran parte de la humanidad sigue considerando que los denominados ¨recursos naturales¨ son ilimitados y que cada cual debe focalizarse en maximizar su felicidad y su espacio de dominio: hemos confundido la riqueza con la grandeza. Vivimos en el apogeo de la crematística, un éxtasis que no conoce el sentido de los límites planetarios y que no ve necesario pensar en las generaciones futuras.
El matemático rumano Nicolas Georgecu-Roegen señaló en su gran obra La Ley de la Entropía y el proceso económico (1971) el gran desacierto que implicaba entender la degradación ambiental como una externalidad insignificante en los modelos financieros; situación que aún persiste a escala global. Es evidente, hemos herrado el camino olvidando el cuidado de nuestro hogar común y consagrándonos con esfuerzo a la conquista de los entes.
Posiblemente si logramos recuperar el fundamento originario de la economía aceptaríamos que tenemos una gran responsabilidad como especie en relación a la estabilidad global y con las generaciones futuras. Debemos renunciar a la idea espuria de ver en el planeta una máquina de los deseos que podemos estrujar sin restricción alguna. Afortunadamente existen en nuestro país y en otras regiones del mundo emprendimientos que le apuestan a procesos basados en la economía circular y que ven en la sostenibilidad una oportunidad para mejorar la calidad de vida.
Es importante resaltar que desde hace varias décadas está de moda teñir de verde las empresas usando el prefijo ¨eco¨ o imágenes de animales en muchos productos, así como las tonalidades del verde en las imágenes corporativas, lo que les granjea muy buenos dividendos manteniéndose distantes de la sostenibilidad y de la justicia ambiental. Por eso nuestro papel como consumidores es determinante y debemos ser muy agudos a la hora de diferenciar una estrategia crematística de una verdadera formulación económica que busque dar una sana respuesta a la actual crisis ambiental global. Así las cosas, si el gobierno nacional adopta como política financiera la prevención del daño ambiental, la llamada economía naranja dejará de ser mera crematística del siglo XXI para volver a las raíces de la oikonomos.