¿Cómo cerrar esta brecha valorativa?
En muchas culturas, la vejez es sinónimo de sabiduría y experiencia, pero la manera en que se valora a los adultos mayores varía significativamente de una región a otra. Mientras que en Asia, los ancianos son venerados y considerados pilares esenciales de la sociedad, en muchas partes de América aún luchamos por otorgarles el respeto y la dignidad que merecen. Jorge Luis Borges, el célebre escritor argentino, una vez reflexionó: “El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho”. Esta percepción de Borges nos invita a ver la vejez no como un declive, sino como una acumulación de vida y sabiduría.
En países como Japón y Corea del Sur, el respeto por los mayores está profundamente arraigado en las costumbres sociales y religiosas. Los adultos mayores no solo son respetados, sino que también son vistos como una fuente crucial de conocimiento y guía. La celebración del ‘Día del Respeto por los Mayores’ en Japón, por ejemplo, es un testimonio de la estima en la que se tienen a los ancianos, ofreciendo un momento para honrar su contribución a la sociedad y a la familia.
Contrastando con este enfoque, en muchas partes de América, los adultos mayores a menudo enfrentan el estigma de la inutilidad y se les margina en aspectos sociales y laborales. Borges, que vivió hasta los 86 años, experimentó y observó estos cambios culturales y escribió extensamente sobre la percepción del tiempo y la memoria. “La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)”, dijo, “puede ser el tiempo de nuestra dicha”. Este optimismo de Borges resalta una verdad esencial: la edad trae consigo una historia personal rica que debe ser celebrada y no ignorada.
¿Cómo podemos, entonces, cerrar esta brecha cultural y empezar a valorar a nuestros mayores como lo hacen en Asia? El primer paso es reconocer que cada arruga cuenta una historia de amor, pérdida, triunfo y desafío. Deberíamos aspirar a crear una sociedad donde los adultos mayores no solo reciban atención médica adecuada, sino que también oportunidades para compartir sus conocimientos y experiencias, ya sea a través de programas de mentoría o en roles activos dentro de la comunidad.
Asimismo, los medios de comunicación y las plataformas educativas tienen un papel crucial en la modificación de nuestras percepciones sobre la vejez. Al presentar más historias de adultos mayores activos y contribuyentes, podemos empezar a ver la edad avanzada como una etapa valiosa de la vida, rica en potencial y digna de respeto.
En conclusión, mientras Borges nos enseñó que “somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes”, corresponde a cada sociedad decidir cómo este museo es valorado. En la medida en que celebremos y utilicemos el vasto recurso que es la experiencia de nuestros mayores, no solo estaremos honrando su vida, sino también enriqueciendo nuestras propias culturas. Es tiempo de abrazar la vejez con admiración, no con desdén, independientemente de nuestra geografía.